sábado, 1 de noviembre de 2014

La noche de "Leer sin Miedo" en el cementerio: lo práctico y lo místico de leer entre lápidas

- "Gracias y bienvenidos a esta tercera edición de Leer Sin Miedos en Valdivia". 

Con estas palabras es que Marc Valenz, el organizador, anfitrión y relator de la jornada inauguró la lectura grupal, a eso de las 00:15 del 1 de noviembre, en el pálido hall del Cementerio Municipal de Valdivia.


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- "Yo sé que muchos ustedes vienen por novedad y no necesariamente porque les guste la literatura, pero aún así, si vinieron por novedad, quiere decir que el objetivo se cumplió".

Valenz siguió hablando hacia un público de unas 40 personas, mayoritariamente jóvenes, agrupados en forma de medialuna y que escuchaban atentamente a las palabras del primer orador de la noche.

Nuestro anfitrión continuó su bienvenida con una presentación (los interesados pueden ver un poco del impresionante currículum de Marc Valenz y las motivaciones para el evento en esta entrada).

- "Leer Sin Miedos no tiene nada de místico ni de terrorífico, si no que es más bien algo práctico. ¿Por qué se llama Leer Sin Miedos? Porque el miedo se da por dos connotaciones, una es el..." 

Las palabras se ahogaron entre el gruñido de unos perros que asesinó por un momento el ambiente de solemnidad al que por supuesto, siguieron unas risas. Afortunadamente, si pude captar bien la segunda connotación que produce el miedo (la más importante para Valenz): lo desconocido, que según el discurso, se enfrenta conociendo...

La introducción se extendió unos 9 minutos, algo que quizás por la expectativa de ir al cementerio un Halloween por la noche, podía parecer eterno (Valenz tenía razón, la novedad era irresistible). En estos nueve minutos, nuestro anfitrión nos habló sobre la importancia de la literatura, hicimos un reglamentario aplauso al público, el guardia le abrió la puerta a la gente que llegó tarde, se preguntó quién traía algo para leer y se introdujo a algunas figuras de la literatura valdiviana que estaban presentes.
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Finalmente se abrió la última puerta, la que separaba la habitación iluminada y adornada con algo de basura del exquisito cementerio, bañado en la luna y lleno de atmósfera de cuento de terror. Quiero decir, ¡esto es leer en un cementerio de noche! ¿Acaso no es el tipo de cosas que hacían los grupos literarios de antaño?  No importa si acababan de decirme que no se trata del misticismo, sino que del punto de vista práctico, VAMOS. A. LEER. EN. UN. MALDITO. CEMENTERIO... ¡DE NOCHE!

Una oleada de frío me volvió a la realidad y observe las criptas mientras seguía la luz de la linterna de Marc Valenz. El frío se sentía hasta en los huesos y traspasaba mi abrigo como si hubiera ido en traje de baño, lo que era algo bueno en esa situación... 

- "Acá se siente como si hiciera más frío que afuera".

Me volteo y veo que me habla Camila, una amiga que también asistió. Asentí y pensé que la atmósfera era todavía mejor de esa manera, como en "Sexto Sentido"... Realmente quería dejarme llevar. Seguí pensando en ello hasta que llegamos a la primera estación (iban a ser tres, pero terminaron siendo unas cinco), un sector poblado por viejas criptas y ese ambiente de cementerio que tanto buscaba experimentar. Nos acomodamos de nuevo, rodeando a Valenz, quién se había parado en los escalones de una cripta y unas palabras después, comenzó la poesía.

"Se enciende la radio
y ataca mi techo
buscando mi lengua
se aproxima eso.

Sólo ella queda
junto a mí corriendo
pero eso se acerca
yo ya lo estoy viendo.

Finalmente, dentro
de ese gran cemento
yo me siento a salvo
mas por poco tiempo.

La puerta retumba
sus garras penetran
sus alas despliega
y eso se acerca.

Yo corro con fuerza
mas volar no puedo
el lejos me lleva
y me arranca eso."

Este poema lo leía Nicolás, un joven que leyó esta obra de un anónimo y otras dos de su autoría. En esta estación y en todas en realidad, dominó la presencia de estos jóvenes-adolescentes, pertenecientes a los grupos de escritores de Valdivia. También predominó la poesía, aunque también hubieron algunos pocos relatos cortos y hasta un par de letras de rap, recitadas eso si, a capela. No todos pertenecían a ese rango de edad, también recitaron Juvelina Jaramillo, Iván Espinoza y el mismo Marc Valenz, eran los escritores publicados que mencioné anteriormente, de más edad y experiencia que el resto de los presentes.

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Nos deslizamos por algo más de dos horas entre tumbas y criptas mientras nos deteníamos en las algunas locaciones. En ellas pasaron distintas personas para relatar sobre diversos temas y en distintos géneros. En estos lugares también se charló sobre temas como la literatura chilena y la muerte. En todos lados y en cualquier instante estábamos todos invitados a comentar y a relatar.

Por supuesto, todo sonaba mejor entre la noche, el frío y las lápidas...

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Finalmente volvimos al hall, muertos de frío y pensando en las palabras que llamaron más nuestra atención. Aunque las temáticas fueron varias y los escritores eran nuevos (bravo por ellos, por cierto), en mi cabeza todavía hacían eco las palabras más clásicas de un fragmento de "El corazón delator" de Poe, que una chica leyó cerca del cierre de la jornada, y otro del "Libro tibetano de los muertos", que fue leído en medio de una interesante charla sobre el misterio de la muerte.

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Juvelina firmando un ejemplar de su libro.
Ya de vuelta a la sala inicial, se escuchaban las voces del público, ya ansiosas por romper la solemnidad que reinó en la noche. Nuestro anfitrión nos decía las últimas palabras de despedida y nos prometía invitaciones para futuros eventos. Sortearon un par de libros de los escritores publicados, mientras uno de los guardias cerraba la puerta del cementerio y abría la que iba hacia la calle. Siguieron las despedidas y el grupo se transformó en pequeñas masitas de pocas personas, dispuestas a ir a sus casas o a donde sea que quisieran pasar una de las noches con más movimiento del año. Yo, por mi parte, volví a mi casa.

Obviamente, lo práctico era subirme a un colectivo y llegar seguro y sin frío hacia mi hogar, pero por supuesto, opté otra vez por lo místico, y caminé.

Fotografías de Camila Quiroz. 




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